Entrevista a Yolima Bedoya, activista en las comunidades de Medellín y vocera urbana del Congreso de los Pueblos
La “modernización” de Medellín, que suma 3,7 millones de habitantes
incluida el área metropolitana, los grandes proyectos y el diseño de
una ciudad “global” abierta a innovadoras infraestructuras opaca una
oscura realidad: Las elevadísimas tasas de pobreza, desigualdad y
violencia. Además de vocera urbana del Congreso de los Pueblos a nivel
estatal, Yolima Bedoya trabaja con la Corporación Social Nuevo Día en
la Comuna 8 y el Corregimiento San Antonio de Prado de Medellín con la
población más vulnerable. “Es gente a la que piensan sacar de sus casas
para la construcción de una gran infraestructura denominada Cinturón
Verde”, afirma. Su organización también se dedica al trabajo con
jóvenes en el campo del arte y la cultura como elementos para la
transformación social. La activista ha participado en una jornada
organizada por EntreIguales, en colaboración con la Coordinación
Valenciana de Solidaridad con Colombia y la Universitat de València.
-El
Concejo de Medellín aprobó el 27 de octubre el Plan de Ordenamiento
Territorial (POT) para la ciudad, que tendrá vigencia entre 2015 y
2027. ¿En qué contexto se plantea y cuál es el modelo de ciudad
propuesto?
Medellín había sido la ciudad industrial por
excelencia del país. Pero se vio en un proceso de desindustrialización.
Hoy día Medellín se está “vendiendo” como una ciudad de bienes y
servicios. El POT y la alcaldía de Medellín establecen grandes
proyectos de infraestructuras. Uno es el Cinturón Verde Metropolitano
(o jardín circunvalar). Entra en la lógica de que Medellín es un valle
donde mucha gente se ha asentado, debido al desplazamiento forzado
histórico que ha habido del campo a la ciudad por el conflicto. La
gente se asienta en las zonas de la ladera de la ciudad, justo en las
montañas. Allí es donde vive gran parte de la población vulnerable. Lo
que dice este proyecto es que la ciudad no puede seguir creciendo hacia
las laderas y los bordes. Y que para evitarlo hay que generar
precisamente un “cinturón”, que separe el territorio urbano del
territorio rural de la ciudad (Medellín cuenta con cinco
corregimientos). Este “cinturón” es uno de los grandes proyectos que
tiene el gobierno.
-¿En qué consiste?
Tiene la
lógica de bordear la ciudad con un sendero peatonal, una ciclo-ruta y
un tren de un solo raíl, además de hacer unas grandes huertas urbanas.
Sin embargo, lo que estamos viendo con este megaproyecto es que al
final, más allá de contener el crecimiento hacia las laderas porque es
“peligroso”, y porque se trata de zonas de alto riesgo, lo que se está
buscando es adecuar esas partes de la ciudad para el turismo.
-Los
modelos urbanos basados en las grandes infraestructuras y la apertura
al turismo suelen aparejar procesos especulativos. ¿Es así en este
caso?
La Comuna 8, donde nosotros trabajamos, limita con el
Corregimiento de Santa Elena, situado en un parque natural de gran
extensión, que se verá afectado por estas grandes infraestructuras. Se
tenía proyectada la estación para el monorraíl, un gran centro
comercial y grandes instalaciones. Pero la gente que vive en esa franja
tiene casas de madera, de plástico y además no son propietarios de la
tierra. Con estas grandes infraestructuras también se está desplazando a
gente de manera forzada, como denuncian las organizaciones sociales y
comunitarias. De esta forma les están diciendo también a los que se
quedan que no hay problema, que se pueden quedar, pero que con un gran
centro comercial a un lado, las casas y el territorio se van a
valorizar. Tarde o temprano, las personas que viven ahí, cerca de esa
obra de infraestructura, se van a tener que ir. Y son personas del
estrato 2 (clase muy baja).
-Puede establecerse en Medellín,
por tanto, un nexo entre la ciudad que se pretende “moderna” y la
criminalización de la pobreza…
Se juega con la especulación
del suelo. Grandes obras implican la valorización de lo que hay al
lado. Y eso supone otra vez desplazamientos. Piensan en esos términos.
En una ciudad para vender servicios, por ejemplo de cirugía estética.
Hay muchas clínicas privadas que se dedican a este negocio. Y ésta es
otra de las grandes formas en que están “mundializando” Medellín.
También están haciendo la ordenación de espacios para grandes
conferencias o eventos a nivel mundial. En abril se celebró en Medellín
la séptima edición del Foro Urbano Mundial ONU-Hábitat. Se han
construido obras como “Plaza Mayor”, que es la zona donde se celebró la
mayor parte del foro y se encuentra cerca del centro administrativo de
gobierno (La Alpujarra). Es un modelo de grandes eventos mundiales,
salud estética, turismo y construcción de grandes hoteles.
-¿Y en cuanto a la pobreza?
Medellín tiene una de las empresas públicas de agua y energía más
importantes de América Latina, EPM, que exporta energía a Venezuela,
Panamá y envía energía a otras zonas de Colombia. Hay más de 200.000
personas “desconectadas” de la energía en Medellín, cuando se trata de
una empresa pública. Hoy día existen más de 40.000 hogares
desconectados de servicios públicos domiciliarios. El 9% de la
población vive en extrema pobreza (213.000 personas) y más del 22% son
pobres (468.000 personas). Es asimismo la ciudad más desigual de
Colombia y una de las más violentas.
-Casi
15.000 familias serán desalojadas para la implantación del Cinturón
Verde. ¿Cuál es el detalle de estos procesos de despojo? ¿De qué modo
afecta a las poblaciones?
La gente vive en una ladera, en
casas que, si están muy bien, están construidas con ladrillo y piso de
cemento. Y esto ya es una “supercasa”. Es gente que ha logrado tenerla
en muchos casos con una lucha muy grande. Muchos llegaron hace 30 años,
desplazados del campo por la violencia, y carecen de título y
escrituras. Cuando los van a sacar de su espacio, lo primero que les
dicen es que van a darles una vivienda nueva. Muchas de las casas en
las que viven están construidas en tablas, sin acueductos ni energía. Y
dicen, me voy. Pero la casa nueva la han de pagar con lo que les dan y
pidiendo un préstamo. Además, la mayoría de viviendas que están
construyendo para las reubicaciones son de 35 m2, da igual si la
familia tiene dos o siete miembros. Donde esta gente vivía llegaba al
centro caminando para vender de manera “informal”. De vuelta subían en
bus, pero ya habían cobrado por su trabajo. En “Nuevo Occidente”, en
las afueras de la ciudad (Corregimiento de San Cristóbal) están
construyéndose montones de edificios de 32 m2 para reubicar a la gente.
Para llegar allí en autobús pueden demorarse perfectamente una hora.
-¿Qué ocurre con la otra modalidad posible, la de los arriendos?
A gente que no pagaba arriendo, o un arriendo muy barato, en el nuevo
sitio les pagan un año de alquiler. Pero luego les toca a ellos
asumirlo. Y puede llegar a ser cuatro veces más caro. Los desalojos
están siendo muy fuertes, porque a la población se la llevan a vivir en
situaciones muy complicadas.
-Hablamos de Medellín y su área
metropolitana, que suman 3,7 millones de habitantes. ¿Afecta de igual
modo este paradigma de “modernidad”, “globalización” y “desarrollo” al
departamento de Antioquia?
Existe esa relación. El Occidente
de Antioquia, una de las regiones con salida al mar, es un sitio que
históricamente ha sido muy turístico. Allí está Santa Fe de Antioquia,
una ciudad colonial, de clima caliente, y con muchas fincas de recreo y
para los ricos. Medellín no se “vende” sola. Se “vende” para hacer
grandes negocios y para el turismo conectada con Santa Fe de Antioquia y
San jerónimo. Están construyéndose infinidad de casas de recreo,
muchísimas urbanizaciones con piscina…La transformación que ha tenido
Santa Fe de Antioquia es impresionante.
-¿Y en el Oriente antioqueño?
Están las pocas fábricas que quedan hoy en día y que le sirven a
Medellín. Allí está el aeropuerto internacional José María Córdova y
las casas de la gente más rica y poderosa de Medellín. El expresidente
de Colombia y actual senador, Álvaro Uribe Vélez, tiene su casa en el
Oriente antioqueño. Todo lo que ocurre en Medellín tiene su influencia
en las dos grandes áreas, Oriente y Occidente. Por ejemplo el Túnel de
Oriente, que busca comunicar a la ciudad con el aeropuerto
internacional para que los negocios fluyan. El objetivo es ganar 25
minutos a la hora de bajar al centro a hacer negocios y volver al
aeropuerto.
-El político y empresario Aníbal Gaviria, actual
alcalde de Medellín por el Partido Liberal, citó la ciudad en el Foro
Urbano Mundial ONU-Habitat como ejemplo de “superación” y de “sociedad
participativa”. ¿Cómo valoras su gestión?
Todo eso es una
completa falacia. Hay que entender qué es la igualdad, la equidad y la
“modernización” que ellos plantean. La Defensoría del Pueblo de
Colombia emitió un informe de riesgo en abril de 2013 donde instaba a
numerosos organismos institucionales a que prestaran atención a la
problemática de Medellín. En 2012 hubo 1.250 homicidios. La defensoría
señala que hay 18.500 jóvenes de cuatro comunas y dos corregimientos en
riesgo de ser utilizados por grupos armados; 15.000 mujeres de las
comunas en riesgo por grupos paramilitares y bandas criminales. En 2014
han sido asesinadas 140 mujeres en Antioquia. Entonces, ¿Qué es
reducir la desigualdad? Según CORPADES, una ONG defensora de los
derechos humanos, afirma que puede haber 7.000 hombres en armas, entre
paramilitares y bandas criminales.
-Las organizaciones
sociales y comunitarias han levantado protestas contra el POT. En una
capital tan castigada por la violencia, ¿cómo ha sido la respuesta del
estado?
Justamente con las luchas que la gente está dando
contra el POT, ha habido amenazas. Estamos articuladas muchas
organizaciones que hacemos trabajo barrial en un espacio llamado
“Diálogos Campo-Ciudad”. De los líderes y lideresas con los que
estábamos trabajando para intentar llevar propuestas al POT, amenazaron
a varios. La comunidad, en la Comuna 8, había hecho una propuesta
alternativa (mejoramiento integral barrial, acceso a servicios
públicos, mejoramiento de vías…), con pliego de exigencias y una
consulta popular. Se denunciaron las amenazas ante la Defensoría del
Pueblo. Se supone que lo están investigando…El año pasado asesinaron a
varios rapperos en Medellín. En la ciudad hay un gran movimiento de
Hip-Hop. Muchas chicas y chicos, cansados de tanta violencia y de ser
carne de cañón para los grupos paramilitares, o de prestar el servicio
militar obligatorio, ven en el Hip-Hop como una forma de salirse del
conflicto. La cuestión de las amenazas y asesinatos a líderes y
lideresas para fundar miedo es algo con lo que tenemos que enfrentar
todos los días en Medellín. Es muy fuerte la criminalización de la
protesta.
-Medellín…
Es la ciudad donde surgió el
gran cártel de Pablo Escobar en los años 80. En Medellín surgieron
parte de los grupos paramilitares que hoy día azotan a Colombia. Se ha
vivido el proceso de “vicariato” más fuerte de todo el país. Hoy día
todo esto sigue afectando en términos de pobreza, ideológicos y
culturales. Hay una generación de jóvenes (muchos, no todos) que no
quieren sino dinero fácil. Es también una ciudad con muchísima
prostitución. La violencia paramilitar continúa presente. En estos
momentos estamos esperando que desemboque, como en 2012, en
enfrentamientos de violencia paramilitar por el control territorial,
que es a su vez el control del micrográfico. La información que han
logrado algunas organizaciones es que los “Urabeños” y la “Oficina de
Envigado”, los dos principales grupos narcoparamilitares, volverán a
los enfrentamientos tras el “pacto del fusil”.
-Y luego está la verdad oficial…
Todo esto se está tapando con edificios bonitos y con un modelo de
ciudad que no se corresponde con el grado de desigualdad e inseguridad
que existe en Medellín. Se está “vendiendo” como un modelo para seguir
en numerosas ciudades de Colombia y América Latina. Pero no lo es. En
Medellín hay muchísima pobreza, violencia y falta de garantías para la
población.
Noticia extraida de Rebelion.org
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